Los trapicheos urbanísticos del Duque de Lerma
En España está muy arraigada entre la población la idea de que ocupar un cargo político implica sacar provecho monetariamente de la situación. Cuando por casualidad un político sale honrado y se dedica de lleno a sus votantes, muchos se mofan de él pensando ¡que tonto es!. Y así que no es de extrañar que se sucedan en los telediarios especulaciones urbanísticas como el Caso Malaya o más recientemente los 12 millones sin justificar en la construcción del velódromo Palma Arena en Palma de Mallorca.
Pero la especulación urbanística no es un invento de nuestros días sino que se pueden encontrar ejemplos de ella a lo largo de nuestra historia. Uno de los más flagrantes fue el que protagonizó el valido de Felipe III, un especie de primer ministro de la época, Francisco de Sandoval y Rojas I duque de Lerma en pleno Siglo de Oro de la cultura española, centuria también de pícaros como el Lazarillo de Tormes y de Guzmán de Alfarache.
Seis meses antes de que se hiciera oficial el traslado de la corte, el astuto estadista había comprado diversos terrenos en la zona que luego se conocería como Huerta del Rey además de otras propiedades en Valladolid. A la llegada de Felipe III y su corte entre la que se contaban intelectuales de la talla de Quevedo y Góngora a la ciudad, el valido hizo dinero a espuertas vendiendo esas propiedades a los miembros de la corte cuyo valor había aumentado considerablemente respecto al de meses atrás. Ni siquiera el monarca permaneció ajeno al negocio ya que el valido le vendió la zona de Huerta del Rey por 30 millones de maravedíes además del antiguo palacio de Francisco de los Cobos que fue reconvertido en residencia real. Lo que se dice un negocio redondo.
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